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16 junio, 2012

Respiren hondo!

Si algo del azar traía un eucalipto,
su aroma comenzaba en los ojos de la abuela Sara.
No sé si era ese brillo o el énfasis del cuerpo
lo que nos reunía para obedecer su gesto.
Amorosamente y con enérgica voz, enseguida diría:
-Respiren hondo!
Nosotras, alternábamos en mover la boca, la nariz y la piel
(según la que estuviera más a mano)
pero seguro, el verde nos tocaba.

Desde aquel momento en que cada agujero era apertura,
la vida es cuestión de inhalar profundo
y cada árbol que sienta su perfume,
el aire
la oportunidad de respirar.


2 comentarios:

  1. los sentidos con olor a eucaliptus... y la proximidad sabia de los afectos... salud amiga.

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    1. abrazo Hugo y gracias por acompañar mis divagues!

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